miércoles, 31 de agosto de 2011

Gustarse tanto y tan bien impide entender porqué no logramos conquistar a alguien a quien mostramos nuestra esencia más absoluta. Es decir, creo que llega un punto en el que te sientes tan infinitamente seguro de ti mismo, que te equivocas. Te equivocas con tu imagen y te equivocas respecto a las intenciones ajenas. Pero no se trata de una especie de prepotencia ni de superioridad demasiado interiorizada. Supongo que conocemos tan a la perfección nuestros motivos que cualquier gesto desorientado nos parece el idóneo. Y entonces llegan las confusiones y los berrinches de altivas presentaciones.
Quererse es importarte. Me atrevería a decir que tanto o más que el respetarse, si no fuesen de la mano. Pero la razón no es una herramienta que podamos permitirnos ignorar. El juego se completa si hacemos un buen uso de la lógica emocional. Y al fin y al cabo, el único modo de conservar nuestro estima es combinándolo con el reflejo que hacemos de él hacia el resto de la sociedad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario